Relación entre Factores Internos y Externos en la Generación de Conflictos

Relación entre Factores Internos y Factores Externos en la Generación de Conflictos

El conflicto se manifiesta en los seres humanos en un sinfín de formas, desde la disputa personal más trivial hasta la confrontación global más devastadora.

A menudo, cuando pensamos en el conflicto, nuestra mente se enfoca en las interacciones externas: argumentos, desacuerdos y choques de voluntades. Sin embargo, detrás de cada manifestación externa de conflicto, hay  una intrincada red de factores internos que se entrelazan de manera compleja con los factores externos del entorno. Comprender esta correlación es fundamental para la gestión efectiva y la resolución sostenible de cualquier conflicto, ya que no podemos abordar eficazmente un problema sin entender sus raíces multifacéticas. 

Los factores internos son aquellos elementos inherentes al individuo que moldean su percepción, interpretación y reacción ante el mundo. Son el lente a través del cual una persona filtra la realidad y, por lo tanto, tienen un impacto profundo en la probabilidad de que surja un conflicto.

Las actitudes y los cambios de humor son quizás los precursores más obvios de la conflictividad interna y externa. Una actitud negativa o una irritabilidad persistente pueden teñir cada interacción, convirtiendo un comentario inocente en una ofensa o una discrepancia menor en una batalla campal. Estas actitudes, a su vez, están intrínsecamente ligadas a las emociones.

El miedo, la ira, la tristeza o la frustración, cuando no se gestionan adecuadamente, pueden desbordarse y manifestarse como agresión, retraimiento o resistencia pasiva, alimentando el conflicto personal, es decir, interno que luego se proyecta hacia afuera. Por ejemplo, una persona que siente una profunda inseguridad o emoción puede desarrollar una actitud defensiva que la lleva a interpretar cualquier crítica como un ataque personal.

La motivación también juega un papel crucial. Cuando las motivaciones de un individuo están en conflicto con las de otros, o incluso consigo mismo, por ejemplo, querer éxito profesional pero temer el fracaso, esto puede generar una tensión interna que busca una salida. Esta tensión puede manifestarse como indecisión, resentimiento o incluso un comportamiento errático que otros perciben como conflictivo.

Las conductas son la expresión observable de estos factores internos. Una conducta impulsiva, controladora o evasiva puede ser el resultado directo de emociones no resueltas o actitudes rígidas. La autoestima, por ejemplo, es un factor interno poderoso. Una baja autoestima puede llevar a la necesidad de afirmación constante, a la envidia o a la reactividad excesiva ante la crítica, generando fricción en las relaciones interpersonales. Por el contrario, una autoestima inflada puede derivar en arrogancia y falta de empatía, también fuentes de conflicto.

Los valores y la moral son los cimientos profundos del ser. Representan lo que una persona considera correcto, justo e importante. Cuando los valores de dos individuos difieren fundamentalmente, o cuando una situación contradice los principios morales de alguien, el conflicto es casi inevitable. Esto puede manifestarse como un choque de principios éticos, desacuerdos sobre lo que es justo o injusto, o una incapacidad para comprender las perspectivas de los demás. La percepción, aunque influenciada por lo externo, es intrínsecamente interna.

Dos personas pueden presenciar el mismo evento y percibirlo de maneras completamente diferentes debido a sus experiencias pasadas, sesgos cognitivos y estados emocionales actuales. Esta divergencia en la percepción es una fuente inagotable de malentendidos y, por ende, de conflicto.

Los factores externos son las condiciones del entorno que influyen en las interacciones humanas y pueden catalizar o exacerbar los conflictos. Aunque a menudo se les considera la causa principal, su impacto rara vez es independiente de los factores internos.

La convivencia, o la forma en que los individuos interactúan en un espacio compartido, es un terreno fértil para el conflicto. Las diferencias en hábitos, expectativas y estilos de vida pueden generar roces constantes. El respeto es un factor externo y también un valor interno fundamental. Su ausencia o violación en las interacciones diarias puede generar resentimiento y escalada de conflictos. Cuando una persona siente que no es respetada, su respuesta emocional interna (ira, frustración) se amplifica, y su conducta externa puede volverse confrontativa.

Las reglas y normas, ya sean formales (leyes, reglamentos laborales) o informales (acuerdos sociales implícitos), son esenciales para la convivencia. Sin embargo, su ambigüedad, inconsistencia o percibida injusticia pueden ser grandes disparadores de conflicto. Cuando las reglas no son claras o no se aplican equitativamente, surge la frustración y la sensación de agravio, alimentando tanto el conflicto interno (sentirse tratado injustamente) como el externo (protestas, quejas).

El ambiente físico y social también ejerce una influencia significativa. Un ambiente ruidoso, estresante o con recursos limitados puede aumentar la irritabilidad interna y la propensión al conflicto. 

La política, como factor externo, puede ser una fuente masiva de conflicto, desde disputas partidistas hasta guerras internacionales. Las decisiones políticas afectan directamente la vida de las personas, y las diferencias de ideología o intereses pueden generar divisiones profundas. Similarmente, la religión, con sus sistemas de creencias y valores, puede ser una fuente de unión, pero también de gran polarización y conflicto cuando hay intolerancia o interpretaciones fundamentalistas.

El deporte, aunque a menudo visto como una actividad de unión, también puede ser una fuente de conflicto cuando la competencia se vuelve excesiva, hay fanatismo o percibida injusticia en las reglas o arbitraje. La cultura, con sus costumbres, tradiciones y formas de ver el mundo, es un marco externo que moldea profundamente nuestras percepciones y comportamientos. Los choques culturales, derivados de la falta de comprensión o respeto por las diferencias, son una causa común de conflicto en un mundo cada vez más interconectado. 

Finalmente, la economía, con sus ciclos de prosperidad y recesión, la distribución de la riqueza y las oportunidades, es un motor poderoso de conflicto. La escasez de recursos, la desigualdad y la competencia económica pueden generar tensión, frustración y, en casos extremos, violencia.

La verdadera complejidad del conflicto radica en cómo estos factores internos y externos se entrelazan y retroalimentan mutuamente. Rara vez un conflicto es puramente interno o puramente externo; casi siempre es un producto de su interacción dinámica.

Una persona con baja autoestima (factor interno) puede ser particularmente sensible a las críticas. Si trabaja en un ambiente laboral estresante y competitivo (factor externo) donde las reglas y normas de retroalimentación no son claras (factor externo), una crítica constructiva de un colega puede ser percibida como un ataque personal (distorsión de la percepción interna). Esto puede desencadenar una fuerte emoción de ira o vergüenza, que a su vez se traduce en una conducta defensiva o agresiva, escalando un posible conflicto. La actitud negativa (interna) resultante de esta interacción puede entonces afectar su convivencia con otros colegas, generando más conflictos.

De manera similar, un conflicto sobre política o religión (factores externos) no es solo un desacuerdo sobre ideas abstractas. Las creencias políticas o religiosas a menudo están profundamente arraigadas en los valores y la moral de un individuo (factores internos). Un ataque a estas creencias externas se percibe como un ataque a la identidad y los principios internos de la persona, desencadenando emociones intensas como la indignación o el miedo, que pueden llevar a actitudes intolerantes y conductas confrontativas.

La economía es otro claro ejemplo. La precariedad económica (factor externo) puede generar niveles elevados de estrés, ansiedad y frustración (emociones internas), lo que puede afectar el humor y las actitudes de los individuos. Esto puede traducirse en una mayor irritabilidad en el hogar, lo que afecta la convivencia familiar, o en una mayor competencia y desconfianza en el ámbito laboral, impactando el ambiente de trabajo. La percepción de injusticia económica puede alimentar la motivación para la protesta o la confrontación social.

El respeto, como ya se mencionó, es una calle de doble sentido. La falta de respeto (externa) puede activar emociones internas de ira y resentimiento. A su vez, una persona que internamente valora poco el respeto (falta de valor interno) es más propensa a mostrar una conducta irrespetuosa hacia los demás, creando un ciclo vicioso de conflicto. La cultura influye en cómo interpretamos el respeto, y las diferencias culturales en este aspecto pueden llevar a malentendidos que se magnifican por las reacciones emocionales internas.

Ignorar cualquiera de los dos factores es un error que puede llevar a soluciones superficiales e ineficaces. Los factores internos como actitudes, emociones, motivación, autoestima, valores, moral y percepción, actúan como el prisma a través del cual los individuos experimentan y reaccionan ante el mundo. Son el combustible que enciende la llama del conflicto personal y la amplifica en las interacciones. Por otro lado, los factores externos como la convivencia, el respeto, las reglas y normas, el ambiente, la política, la religión, el deporte, la cultura y la economía, proporcionan el escenario y el contexto en el que se desarrollan estos conflictos.

Para una gestión y resolución de conflictos verdaderamente efectiva, es importante adoptar un enfoque holístico que reconozca esta estos factores. Esto implica no solo abordar las manifestaciones externas del conflicto, sino también explorar y comprender las raíces internas: las emociones subyacentes, las percepciones distorsionadas, los valores en conflicto y las actitudes arraigadas. Al mismo tiempo, se debe prestar atención a los elementos del entorno que contribuyen a la tensión y el desacuerdo. Solo desentrañando y abordando simultáneamente esta compleja red de interacciones entre lo interno y lo externo, podremos aspirar a transformar los conflictos de fuerzas destructivas en oportunidades para el crecimiento, la comprensión y la coexistencia más armoniosa.


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Ana Corina Muñoz

Estudio Psicologia Escolar en la Universidad Dominicana O&M